La Central de Diseño de Matadero (Madrid) acoge ‘TAPAS. Spanish Design for Food’, 250 piezas que muestran la relación entre diseño y gastronomía en España.
Dice Juli Capella que «para alimentarse, el diseño no hace falta. Pero para comer necesitamos platos, cuchillos, copas, ollas y sartenes… Y es entonces cuando podemos afirmar que no hay gastronomía sin diseño». Él es el comisario de la exposición TAPAS. Spanish Design for Food, producida por Acción Cultural Española (AC/ E), en la que se explora la interacción entre estas dos disciplinas creativas, en pleno momento de eclosión en nuestro país y con gran proyección internacional. Por fin, tras dos años de itinerancia por Tokio, Miami, Seúl, Washinton DC… recala en Madrid gracias a DIMAD (Asociación de Diseñadores de Madrid).
Las célebres vinagreras de Rafael Marquina, el moderno estuche de cocción al vapor de Lekué, la versión actualizada para deportistas de la bota de vino de Noviembre Estudio, una curiosa colección de jamoneros (utensilio que solo se produce en la piel de toro), el kit de esferificación de Ferran Adrià o el salvamanteles para coleccionistas de corchos de Bakus son algunas de las 250 piezas que se podrán ver en la Central de Diseño de Matadero (en Madrid) hasta el próximo 19 de julio (entrada libre).
TAPAS reúne sólo objetos diseñados o fabricados en España (lo que incluye también piezas realizadas por españoles en el extranjero y, al revés, por extranjeros en España). Por eso recibe ese nombre, porque comer de tapas, compartir pequeñas porciones de comida mezclando sabores diferentes, es algo muy típico de aquí, de España. Y aunque la muestra se centra en los últimos 25 años, existen concesiones a ciertos objetos tradicionales (la bota, el botijo y el porrón, tres instrumentos para compartir la bebida de forma higiénica) así como a las versiones súper novedosas de éstos.
Entre cacharros
La exhibición ha quedado dividida en tres espacios. Primero, La Cocina: laboratorio donde confluyen funcionalidad y racionalidad, un espacio presente en la casa y en el restaurante en el que no faltan utensilios y aparatos para procesar alimentos, recipientes o mobiliario. Después, La Mesa, que sugiere todo lo contrario. Los objetos adquieren un valor simbólico y en ellos se aprecia funcionalidad y gusto estético. Por último, La Comida, la materia prima, las técnicas y la dietética uniendo tradición y modernidad. De un lado, los productos alimenticios que presentan una singularidad desde el punto de vista formal (como el chupa chups o la aceituna rellena de anchoa); del otro, las técnicas más innovadoras creadas por los grandes cocineros.
Lo más sugerente de todo es la mezcla instrumentos profesionales con objetos del uso cotidiano: desde el Roner R (para cocer a baja temperatura) o el Oxymoron Maker (sandwichera para helado creada en exclusiva para Jordi Roca, repostero de El Celler de Can Roca) hasta la Minipimer MR1, pasando por una olla exprés, vajillas modulares, una mesa futbolín o cuberterías de todo tipo. De lo más humilde a lo más exclusivo.
Además, la exposición se completa con un centenar de botellas de vino que destacan por el atrevido diseño de su etiqueta, un audiovisual con imágenes de bodegas y restaurantes que destacan por su arquitectura, una proyección de obras de arte relacionadas con el arte del buen comer y mejor beber y otra que reúne secuencias de filmes españoles, de Buñuel a Almodóvar, en las que la gastronomía y su ritual cobran vital importancia.
¿Una pega? Que no disponga de un pequeño rincón en el que adquirir algunas (no todas) de las piezas que se exponen, porque apetecer, apetecen mucho.
http://www.metropoli.com/salir/2015/05/22/555e155c22601d4f7b8b4595.html . Rocío Navarro.
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